Se buscaba un pfc extremo que al quedar absolutamente alejado de
cualquier posible solución preestablecida ayudara a
descubrir la esencia de las invariantes conformadoras del proceso
proyectual. Redescubrir, en fin, qué es hacer un proyecto.
El extrañamiento brechtiano sintetizaba perfectamente esta
búsqueda. Su representación “distanciadora” permite
“reconocer el objeto al tiempo que éste se muestra como algo
ajeno, lo que posibilita la determinación de sus leyes ocultas”.
La escala del proyecto produce este distanciamiento necesario para que
el proceso proyectual aparezca como algo extraño, obligando a
replantearse cada paso dado y desvelar así su sentido al no
poder seguir procedimientos tabulados.
Intentar constreñir la complejidad de una ciudad a la
estrechez de un esquema vertical es renunciar a su habitabilidad y
vitalidad.
El inapelable argumento de la vivienda digna obliga a densidades de
residencia muy por debajo de las necesarias para un tejido urbano
compensado autónomo.
Por ello este proyecto nace como un nuevo barrio con vocación de ser otro centro urbano en el que los usos mayoritarios serán no residenciales y que busca en el resto de la ciudad (del estado, de la UE) a la mayor parte de sus ocupantes. Esto no es contemplado como fracaso sino como origen natural de los movimientos, los intercambios y las relaciones propias de la ciudad. La creación de este nuevo centro urbano dentro de la misma ciudad es una forma de continuar en escala urbana local el planteamiento cosmopolita policéntrico holandés.